La mente más calma ayuda a que el cerebro interprete que estamos seguros en el presente. El cuerpo se relaja y la sensación estabilidad se incrementa en el cuerpo.
Desde inicios de la cuarentena mantenemos un espacio de meditación semanal aquí en 3YP. Es un espacio abierto y gratuito (sí, estás invitado/a). Inicialmente fue los sábados por la tarde. Ahora es los vienes a la noche.
Estos encuentros virtuales me ayudaron a, de una vez por todas, empezar a guiar meditaciones fuera de las clases de yoga. Lo hice algunas veces en el pasado. Sin embargo, mi crítico interior me amonestaba constantemente sobre lo que no salió bien y lo que pudo ser mejor. Gracias a la necesidad inminente de meditar en la cuarentena trabajé en aceptarlo y silenciarlo un poco. Por supuesto usé la sutiliza: ¡Hey, crítico interior, necesitamos meditar sea como sea, cállate ya!
Chiste de lado, intuyo que esos instantes que dedicamos a meditar son un “cable a tierra” para todos los que participamos. Justo cuando entra el fin de semana y la rutina creada por los días laborales se disipa y hay espacio para que esa mente (leer lo del crítico…) empiece a cuestionar, divagar y preocuparse. Guiar la meditación de los sábados durante el 2020 me ayudó a conectar, a cerrar un apartado laboral y adentrarme en el espacio de descanso. Confió en que siga siendo así este año.
Para preparar las meditaciones reviso libros sobre el tema. Uno de los libros que disfruto repasar cada tanto es Deep Listening, escrito por Jillian Pransky. Jillian es una maravillosa maestra de Yoga Restaurativo con la que tuve la dicha de estudiar brevemente en Nueva York en el 2015. En este libro que les digo (y recomiendo) ofrece sus reflexiones y técnicas para meditar, con buenas dosis de grounding o earthing, como también se le conoce a esta técnica.
¿De qué se trata el grounding?
En español el grounding no nos suena tan chic. Es enraizamiento. Es conectar con la tierra. Siempre me ha parecido que esa explicación es confusa porque en las clases de yoga o en la meditación estamos más bien en el suelo, sobre un mat o sobre una silla, no sobre la tierra, literalmente. Pero bueno, son esas cositas del palabrerío yoguico y la meditación en las que no me voy a meter ahora.
Jillian explica en su libro que el grounding es una técnica que no tiene como objetivo estabilizar a la mente o al cuerpo por separado. Se trata de sentir y de conexión. No es quedarse quieto como una roca o alcanzar la ficticia idea de la mente en blanco. Es llevar al cuerpo, gradualmente, a sentirse apoyado, sostenido. Luego, la mente baja las revoluciones, gradualmente se calma. Esa mente más calma ayuda a que el cerebro interprete que estamos seguros en el presente. El cuerpo se relaja y la sensación estabilidad se incrementa en el cuerpo.
¿Cómo practicarlo?
Una forma elemental para ir practicándolo, pasito a pasito, es tomar unos instantes (si puedes con los ojos cerrados) para sentir los pies en el suelo. Puedes hacerlo de pie o, para mayor comodidad, sentado. Y desde allí sentir el contacto con el objeto que sostiene tu cuerpo, ya sea una silla o un sillón. Si estás en el piso la sugerencia es sentir el punto de contacto de las caderas con el suelo o cojín. Esa silla, sillón, cojín o suelo represente a la tierra que nos carga y que nos sostiene. Respira. Pon toda tu atención en eso.
Una idea extra. Si nos sentimos inseguros, ansiosos, poner los pies en el suelo puede ser un ejercicio percepción interesante. Es un noble punto de partida para generar autoconocimiento y comenzar a practicar el calmarnos a nosotros mismos, sin parafernalias sofisticadas. Lo importante es hacerlo al propio ritmo y prestando atención, considerando que no hay forma correcta ni incorrecta de hacer esto más allá que sentirnos y respirar. Puede ser un segundo. Quizá diez segundos. Luego un minuto. Y observar.
Poner los pies en el suelo.
Respirar profundo.
Sentir.
No juzgar.
¡Hasta la próxima!
Sis